Esperando... [Willa T.]

Mi padre prácticamente me había echado de casa. Comprendía que era incomodo intentar socializar con la vecina buenorra de turno estando tu hija adolescente delante con cara de pocos amigos. Tras varias insinuaciones decidí dejarle solo, entendía que fuera duro para él estar solo criando una hija, después de que su mujer se suicidara. Cogí mi abrigo negro, con botones dorados, y me lo puse. Antes habíamos ido a la iglesia, ya que era domingo, e iba bastante "bien vestida", con unos sencillos vaqueros, camiseta negra y jersey de rayas azules y negras por encima. Me coloqué un gorro negro en la cabeza, y tras coger mi libro favorito, El Guardián entre el Centeno, salí a dar un paseo con los cascos puestos.

Al llegar al parque no encontré ningún banco libre donde sentarme a leer, ya que estaba bastante transitado, así que me dispuse a sentarme en el suelo, con la espalda apoyada en un árbol. Cuando abrí el libro una voz me distrajo de la música, haciéndome alzar la vista de mi lectura.

-Pero si acepto tu cojín, el que dejara de sentir las piernas serás tú, y eso no puede ser. Pero muchas gracias.

Me sonaba su cara, creía reconocerle, sí, el camarero del Grill.

El dijo que no iba a sentarse, yo negué levemente con la cabeza, sonriendo de medio lado, y levanté el culo para poner el cojín bajo él. La verdad era que estaba muchísimo más cómoda, pero no me gustaba la idea de que él tuviera que quedarse de pie para que yo estuviera a gusto.

-Muchas gracias, eres todo un caballero.

Hice una leve reverencia, ayudándome de mi mano, para después aguantarle la vista. Cuando se presentó, alargando la mano, se la estreché con suavidad, ya que tenía miedo de poderle hacer daño. Desde que me había "transformado" tenía más fuerza, y podía romper huesos sin darme cuenta.

-Yo soy Willa, encantada. Y... Bien... Si, estoy bien, con el culo en un sitio muy cómodo. ¿Tú que tal de pie? Podemos compartir cojín.

Soltó mi mano y me tranquilizó sobre el cojín, diciendo que si nos sentaramos los dos no estaríamos ninguno cómodos. Era cierto, pero me sabía mal dejarlo a él sin su cojín, cuando apenas nos conocíamos. Estaba claro que intentaba ser amable, así que no le dí muchas más vueltas o se pensaría que estaba loca o algo por el estilo.

-Al menos estaríamos incomodos juntos.

Bromeé, aunque no sabía si hacía gracia. Me mordí el labio con nerviosismo, observando como se acomodaba frente a mi. No sabía si se me iba a dar bien interactuar con él, hacía mucho que no hablaba con un chico. Cuando me preguntó salí de mis pensamientos y sonreí levemente, intentando parecer amigable.

-Para relajarme, salir un poco de casa, el aire fresco... Eso y que mi padre está como loco con las cajas y no hay silencio suficiente como para leer en condiciones.

Sonreí cuando él sonrió, al menos no me había mirado con cara de "esta tía está loca", era un buen comienzo. Se interesó en mi comentario sobre las cajas, preguntando si nos mudabamos o acababamos de llegar. Asentí a lo primero, pero aun así le contesté a la pregunta, ya que no debía ser tan escueta.

-Acabamos de llegar, y como estoy buscando trabajo y eso no tengo mucho tiempo para pasarme por casa. Así que está mi padre solo para sacarlo todo de las cajas, menos las de mi cuarto, que ya están colocadas.

Me hizo otra pregunta, normalmente estaría incomoda, pero no eran preguntas importantes sobre mi pasado o sobre si comía personas, así que podía contestarlas.

-Si, eso creo, al menos.

Tras unos segundos después de explicarle, se movió a mi lado. Eso me puso algo nerviosa, pero conseguí que no se me notara mirándome las manos, sujetando el libro. Me propuso recomendarme en el Mystic Grill. La verdad, estaría muy agradecida, cualquier ayuda vendría bien, aunque trabajar en un bar no me gustara mucho por el hecho de estar rodeada de gente.

-¿En serio? Me harías un favor... No tienes por que hacerlo, puedo ir yo y pedirlo, no te molestes, de verdad.

Dije mirándolo cuando hablaba. Si me recomendaba y luego resultaba ser un desastre, él se llevaría el peso de la culpa, y no quería.

Se estiró como un gato, me daba envidia lo cómodo que parecía, mientras que yo tenía miedo de hacer algo mal cada vez que abría la boca. Se ofreció para colar mi CV entre los de los demás, y apoyarme a la hora de que el jefe eligiera. Estaba claro que don de gentes no tenía, podía hacer memoria, porque antes del "accidente" era bastante extrovertida, pero me iba a costar. Me dio un empujoncito, al que yo correspondí con una sonrisa de medio lado, algo azorada.

-No se... Podría ir a dártelo esta noche, pero igual estás muy ocupado, no quiero molestar.

Tenía un par de CVs preparados, ya que quería empezar a entregarlos en tiendas varias, así que no tenía que prepararlo.

Se estaba esforzando mucho en que no me sintiera incomoda, y realmente se lo agradecía, sobretodo que me insistiera en que fuera al Mystic Grill a la noche aunque había quedado claro que me daba vergüenza. Se incorporó, estirándose como un gato, cosa que me hizo reír, ocultando mi cara tras mis manos, en un gesto tímido.

-De acuerdo, te lo llevaré... Pero si te va a traer problemas colar mi CV no lo hagas, no quiero meterte en líos.

Le miré con una sonrisa, y cogí mi libro de nuevo, abriéndolo por donde lo había dejado. Alcé la vista de nuevo e hice el gesto militar de darme con dos dedos en la frente y después bajarlos, como despedida.

-Muchas gracias, y... Hasta la noche.

Le despedí con una sonrisa y abrí el libro, echando ojeadas por encima de las páginas para ver como se iba. Negué con la cabeza, sonriendo, ya podrían haber más personas como Matt, que realmente se esforzaran por ser buenas con los demás y no simplemente en caer bien, en las apariencias.

Estuve una hora más allí, aunque realmente no le presté mucha atención al reloj. Cuando comenzó a oscurecer guardé el libro en mi bolso y me levanté, cogiendo el cojín que me había dado Matt. Lo sacudí un poco, para despegar las briznas de hierba que se habían pegado, y, aún con mis cascos puestos, me dirigí a mi casa a darme una ducha y preparar mi CV.