Finding the remainder of the legend | Katherine.

No me daría por vencido. Debía encontrar la localización exacta de aquella tumba para finalmente saber si lo que sé es realmente la verdad. Eran pasadas las 3 de la mañana y mi primera semana en Mystic Falls había transcurrido de manera extraña, encuentros furtivos con la bruja Bennet, aquel vampiro misterioso y Jules, la licántropo. Aun en mi mente pasaban las diferentes palabras que sonaron en un eco tenebroso, dejándome cada vez más y más en la incertidumbre. Los originales, la maldición, La Doppelgänger… Todo era parte de una leyenda alrededor de la piedra lunar, la cual siempre creí inexistente al igual que aquella dichosa maldición del sol y la luna. La causante de nuestro martirio eterno, el cual nos mantenía en vista solamente en la presencia de las sombras. Eran leyendas, mitos, historias de las cuales no podía fiarse. ¿Cambiaria mi forma de ver todo eso al encontrarme a Katherine? Esperaba que ella tuviera respuestas a todas estas dudas que me atormentan día a día.

Hice una parada en una roca gigante en medio de aquel bosque, cercano a un matorral espeso de arbusto y plantas que cortaban el camino. Me detuve a pensar hasta finalmente decidirme, si todo aquello era cierto el nombre de Elena Gilbert entraría en mi lista, digna de ser tachada de este mundo si eso es lo necesario para volver a caminar a la luz del día. Por el momento solo una cosa tenía en mente, encontrar a Katherine y ganarme su amor, si eso significara acabar con la no-vida de Stephan Salvatore, lo haría sin titubear. Me dispuse a sentarme sobre aquella gran roca pero en el momento de colocar una de mis manos en ella para subirme de un impulso una pequeña partícula rocosa cayo por el lado contrario y un eco me dio a entender que detrás de aquella gran roca había una especie de agujero, algún terreno más profundo.

Mi subí finalmente y manteniéndome parado pude ver que debajo de mis pies estaba la entrada a aquella iglesia en ruinas, con escombros alrededor y enredaderas que se entrelazaban entre sí. Aquí era, podía sentirlo. Respirando de manera levemente agitada y con mis ojos más atentos de lo normal me deje caer hasta pisar nuevamente tierra firme. Tenía ente mis ojos ni más ni menos que la puerta que escondía aquel sello mágico, delante de la tumba. – Katherine… - Musite en un leve susurro, adelantándome a acercarme hasta aquella roca en forma de puerta con una nervadura en forma de estrella.
Eleve mi mano y con lentitud la apoye sobre la superficie rasposa, y sin detenerme un segundo más me moví de forma que pueda tomar aquella “puerta” y trasladarla a un lado. Dejando a la vista aquel túnel oscuro que aprisiono a los vampiros por años.

Debilitada, daba vueltas por la tumba de arriba abajo, sin saber que hacer, estaba como un prisionero entre rejas. Esta vez habían logrado encerrar a la fugitiva Katherine Pierce. Acaricié una de las tumbas que se hayaban en el lugar, mi rabia se acumulaba a la vez que ´perdía las pocas fuerzas que me quedaban, no lograba moverme. No sabía cuanto tiempo llevaba allí, había perdido la cuenta de los días, tal vez llevaba semanas encerrada en aquel tugurio. Hambre, furia, enfado, estaba sedienta de sangre. Me hacia gracia que me hubieran encerrado aquí justo cuando los vampiros originales rondaban por Mystic Falls acechando a la pobre y inofensa humana, doble de Katerina Petrova, Elena Gilbert. Ellos, que me buscaban podrían haber acabado conmigo con la velocidad que canta un gallo. Sin quererlo ni beberlo, llegaron a alejarme del peligro como si de ello les dependiese la vida. Ahora mismo solo faltaba que repartieran por aquí comida a domicilio.

Caí alsuelo totalmente cansada sobre el libro que trajo Elena en nuestra última conversación. Rocé las yemas de mis dedos sobre el libro que narraba la historia de mi familia. Busqué con la mirada un rincón y como pude, me acerqué a él para sentarme y abrir lentamente el libro. Solamente me interesaba una parte y era la que buscaba con tranquilidad, tenía tiempo de sobras. Lo encontré, el retrato de mis padres. Acaricié sus rostros a través del papel mientras los miraba detenidamente. No podía olvidar como les encontré aquella noche cuando volví, muertos.

Un ruido, la puerta se estaba abriendo de nuevo. Suspiré y me levanté lentamente con el libro entre mis manos. Comencé a caminar apoyándome ligeramente sobre la pared.

- ¿Qué en vuestra casa no os enseñaron modales? Primero se ha de picar al timbre - dije sarcásticamente acompañandolo con una sida.

Miré a la persona que tenía delante, si no hubieran influido dos factores claros, ahora mismo me hubiese lanzado sobre él, clavando mis colmillos, perforando la vena de su cuello en un solo movimiento. Aquella hermosa imagen pasaba por mi mente. Encanvio no podía hacerlo por el dichoso conjuro que me mantenía dentro de la tumba y, por desgracia, era un vampiro quien se hayaba frente a mí.

El hambre podía hacer que mataras hasta el más fiel de tus aliados.

- Caleb - pronuncie seriamente, no me esperaba esa visita.