Hallelujah | Elijah {+18}

Era hora de afrontarlo, llevaba siglos sin verle, y aunque fingiera no importarme, había demasiadas cosas sin aclarar como para dejarlo estar. Tenía la oportunidad de hacerle cambiar de opinión, de que volviera con nosotros, de que fuéramos la familia que algún día fuimos. Así no habría disputas, añoraba los viejos tiempos, al menos, añoraba a Elijah entre nosotros, Charlotte podía irse al infierno. Me vestí con una camiseta ancha de The Ramones, que dejaba parte de mi abdomen a la vista, sin llegar al ombligo, una chaqueta de cuero, pantalones vaqueros oscuros ajustados y botas de motera.

Cuando llegué a la casa que había rastreado como hogar de Elijah, a las afueras de Mystic Falls, llovía a cantaros, por lo que estaba empapada, pero me daba igual. Me quedé frente al porche, sin saber si llamar, quizás solo empeoraba las cosas, quizás las arreglaba... ¿Valía la pena? Estaba segura de que acabaría enfadandome, discutiríamos, estaba segura de ello.

Pensaba darme la vuelta e irme, no era buena idea, si Klaus se enteraba se enfadaría, y seguramente más con él que conmigo, y no quería añadirle más leña al fuego. Estaba por girarme cuando noté su presencia, no dentro de la casa, si no tras de mi. Inmediatamente mis músculos se tensaron, por si me atacaba, pero no fue así, me invitó a irme "amablemente".

-¿Vas a dejarme aquí con este mal tiempo? Que desconsiderado... Vengo en son de paz.

Sonreí de medio lado, alzando ambas manos, mientras él abría la puerta de la vivienda. Estaba claro que se estaba conteniendo, lo más seguro era que me atacara o simplemente se fuera.

Hubo unos segundos de silencio, le conocía lo suficiente para saber que estaba pensándose su respuesta. No se dio la vuelta para contestarme, pero pude oírle, me dejaba pasar, no sin advertirme que tendría que irme en cuanto dejara de llover. Eché a andar por el pedregoso camino hasta el porche, para entrar tras él. Cerré la puerta con cuidad y miré en derredor, el lugar era bastante impersonal, apenas había fotos, y obviamente, Elijah no había añadido nada suyo, él era así.

Me quité la chaqueta de cuero, dejándola en cualquier lado, y me descalcé también, como si la casa fuera mía. Me dejé caer en un sofá, acomodándome, mientras le escuchaba preguntarme que hacía allí.

-Klaus no sabe que estoy aquí, vengo a hablar.

Rodé los ojos al escuchar hablarle sobre mi y Klaus, parecía que seguía con la misma idea en la cabeza. Era fijo de ideas, sabía que me iba a ser difícil hacerle cambiar de opinión.

-Lo hice porque si no te hubiera matado.

Contesté mirándolo fijamente, con seriedad.

Rodé los ojos, siempre tan desconfiado, y por una vez que estaba siendo completamente sincera, no me creía. Quizás Klaus si lo sabía, era difícil ocultarle algo, pero yo, al menos, había intentando llegar allí sin que nadie lo supiera, para tener una charla solos él y yo, como hacía mucho que no teníamos.

Me levanté, acercándome a servirme un Whisky yo también, y mientras lo hacía escuchaba lo que me estaba diciendo. Aguanté todos sus insultos hacia mi con gesto neutro, aunque me estuviera doliendo y por dentro quisiera gritarle que era un idiota. Me volví a tumbar y entonces me miró gelidamente, mirada que aguanté con una ceja alzada.

-Eso es lo que tú crees, todo empezó cuando te fuiste, y te fuiste por eso precisamente. Tienes que entender que lo hice por ti. Elijah, Klaus se siente traicionado, ya sabes como es, lo que más odia es la traición. Yo... Yo no podía dejarle que te matara, no si estaba en mis manos evitarlo.

Era algo que no me sentaba nada bien, que me llamaran marioneta. No era una marioneta de Klaus, él confiaba en mi, era su mano derecha, podía creer firmemente que me protegería, era mi familia y como tal iba a cuidar de mi, por lo que yo tenía que hacer lo mismo. Tomaba mi opinión en cuenta, a diferencia de la de otros, yo NO era una marioneta más, era la persona más cercana que tenía.

-No soy una marioneta, soy leal. Quizás no sea el centro del mundo, me da lo mismo, pero soy parte de algo, soy parte de una familia. Dime, Elijah, ¿De que eres parte tu? ¿De una coalición con Charlotte? Ella no te servirá, no eternamente, cambiará de rumbo, es como una veleta. Si... Si volvieras con nosotros, todo sería igual que antes, volveríamos a ser una familia.

Me levanté, sin atreverme a acercarme del todo a él, pero acortando unos pasos. Me bebí la bebida de un trago y le observé unos instantes.

-Pero sigues vivo, ¿No? Al menos le entretuve un rato, quizás si no lo hubiera hecho estarías muerto.

El vaso se me rompió en la mano cuando lo apreté con rabia, ya que me estaba conteniendo.

Cogí el pañuelo intentando controlarme, obligándome a mi misma a controlar mis emociones, aunque me era muy difícil. Conté hasta 20, mientras me secaba la sangre de la herida ya curada sin apartar la vista de él. Si no le conociera, solo lo vería enfadado y lleno de odio. Pero lo conocía, sabía sus expresiones, y en el fondo de sus ojos podía ver que estaba dolido.

-Si, ella siente algo por ti... A diferencia de mi, que no siento nada. No sentí nada cuando me rebajé por ti a ser la grupie de Klaus. Claro, soy una estúpida por intentar proteger lo que me importaba. Quizás no tenga la mente tan retorcida como tú o como Klaus, pero cometí esos errores por preocuparme por alguien ajeno a mi. ¿Eso está mal? Perfecto, no me importara nada nunca más, seré como tú, exactamente como tú, no miraré atrás al abandonar a la gente que se ha preocupado por ti y te ha querido.

Mi voz iba subiendo de tono gradualmente, mientras frotaba con fuerza el pañuelo contra mi mano, aunque ya no hubiera sangre. Yo miraba fijamente el pañuelo, escuchandole, apretando las manos con furia, haciendo como si no me importara, simplemente mirando el pañuelo, ignorando la ira que crecía en mi.

-Prefieres morir... Que suerte para ti, es lo que ocurrirá. No se que hago aquí, eres un terco... Tu arrogancia y tu rencor son demasiado grandes, estás ciego. No sé como llegué a pensar que podrías...

"Perdonarme". No lo dije en voz alta, simplemente le devolví el pañuelo y me dirigí a la entrada a por mi chaqueta, aunque siguiera lloviendo con fuerza.

Ignoré sus palabras, o al menos, eso fingí, mientras me movía a través del salón en busca de mi chaqueta. Sabía que iba a ocurrir aquello. Sabía que íbamos a discutir, y aún así había ido a verle, era así de estúpida. Estaba ciega por creer que algo iba a cambiar. Yo era una terca, pero él lo era aún más, al igual que Klaus. Querían jugar a las guerras y no se daban cuenta que habíamos gente de por medio. Aquello era como la Segunda Guerra Mundial, no quería hacerme la víctima, pero estaba en medio de fuego cruzado, y si quería sobrevivir, debía ir al bando ganador antes de que ambos bandos me vieran como una traidora.

Escuché el cristal chocar contra la pared, haciéndose añicos, pero ni me giré. Entonces comenzó la verdadera violencia. Me agarró de un brazo, empujándome contra la pared y agarrándome del cuello, diciendo que terminara la frase.

-Haré lo que me dé la gana... Ni tú ni Klaus sois mis dueños, yo estoy en mi propio bando.

Siseé por lo bajo. Le agarré la mano, tirando con fuerza y retorciéndosela. Tiré de él hacia el otro lado, golpeándolo contra la pared, aún agarrando su mano retorcida, sujetandosela a la espalda.

Antes de que pudiera contestar a sus acusaciones se deshizo de mi agarre y me volvió a girar, chocando contra la pared. Cerré unos instantes los ojos por el golpe, notando como me agarraba de ambos brazos, colocandolos sobre mi cabeza. Abrí los ojos, respirando entrecortadamente, mi pecho subía y bajaba agitado. Entrecerré los ojos, intentando ignorar el gesto dolido que veía en su rostro, ya sin disimular, ya que su mirada lo decía todo.

-No es que me tenga poca estima, te tenía demasiada a ti, tanta como pare rebajarme.

Cuando dijo que lo amaba un gesto de sorpresa asomó a mi rostro. Yo no amaba a Klaus, al menos no de esa manera. Era una relación extraña, una tanto bizarra, prefería no etiquetarla, pero no le amaba.

-No le amo. Simplemente es lo único que me queda, tu me dejaste, si él me deja, estaré sola, y estar sola una eternidad...

Me revolví evitando su mirada, aunque la única salida que me quedaba era golpearle en sus partes nobles, cosa que estaba sopesando seriamente.

Le amaba, sí, eso estaba claro, pero porque durante mucho tiempo habíamos sido los dos solos, y ese amor había derivado de la costumbre. Era extraño, como podías decirte a ti mismo una cosa que era mentira hasta creértela. Miente hasta vivir la mentira. Así era mi vida, y ahora estaba viviendo la mentira, pero la mayor parte de mi no quería abrir los ojos, era demasiado doloroso como para hacerlo.

Me soltó los brazos, girandose, aunque antes pude ver su gesto de dolor. Cerré los ojos unos instantes y después cogí mi chaqueta.

-¿Que fueron mejores, los milenios conmigo, o los que estuviste solo? La soledad no es buena compañera, no cuando tienes tanto tiempo para vivirla.

Abrí la puerta de la casa, y el sonido de la lluvia golpeando el suelo llenó la estancia, en ese momento en silencio. Dicho silencio se vió roto por sus palabras. Cerré la puerta de un portazo, y tirando la chaqueta al suelo, me moví con rapidez, cogiendole de las solapas de la chaqueta y cruzando la sala con él agarrado, para chocar contra la pared.

-Quiero que comprendas una cosa, yo no estoy a la vereda de nadie, nadie es mi dueño, yo elijo lo que hago, trazo mi propio camino. Estoy harta de que creas que soy un perrito faldero. Se llama supervivencia, aquí sobrevive el más listo, y si para sobrevivir tienes que hacerte el tonto, lo haces.

Hablé con calma, despacio, pero con un deje de desprecio en cada una de mis palabras, ya que estaba realmente enferma de que la gente creyera que era una marioneta.

Le observé fijamente, mientras todas y cada una de sus palabras calaban muy fondo dentro de mi. Me estaba doliendo, y mucho, que creyera que yo nunca le había querido, que había estado con él por estar, y después me había ido con el mejor postor. Si había aceptado ser la grupie de Klaus, rebajando mi estatus, había sido por él, única y exclusivamente por él, ya que yo no necesitaba acostarme con Klaus para sobrevivir. En aquel momento pensé que, aunque no pudiera salvar nuestra relación, al menos Elijah estaría vivo, y había conseguido mi objetivo, solo que en todo aquel tiempo mis sentimientos se habían vuelto oscuros y confusos.

Iba a separarme, ya que se había acercado demasiado, cruzando la linea, pero antes de que pudiera hacerlo me besó. En ese momento una corriente de sentimientos me atravesó, tantos recuerdos... Me había olvidado de sus labios, pero ahora podía recordarlos perfectamente. En un principio me quedé paralizada, pero mi cuerpo respondió sin que yo le ordenara nada, le devolví el beso con ansia, pasión, y mis manos le aferraron la cara.

Noté como algo se encendió entre nosotros, y él, con un gruñido, me cogió, girando las tornas, y quedando yo contra la pared. Sentí sus manos, recorriendome, como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Parecía querer grabar en mi memoria cada trozo de mi piel, cada curva... Todo, y eso me estaba volviendo loca, al igual que sus labios. Hacía tanto que no los probaba que ahora no podía dejarlos ir.

Mi pierna subió, rodeando la suya, mientras una mano seguía en su cara. La otra, viajó acariciando su mejilla a su cuello, y después bajó por su camisa a su abdomen, que acaricié por debajo de la tela. Mis labios seguían besandole, mi lengua jugueteaba con la suya, aprisioné su labio inferior entre mis dientes, abriendo los ojos un segundo, para después volver a cerrarlos.

Notaba sus manos en mi trasero, parecía haberlo echado mucho de menos, ya que no las despegaba de allí. Cogiendo impulso, me aupó, y sabiendo lo que quería, rodeé su cintura con ambas piernas, notando como me sujetaba sin problema alguno. Mis manos subieron de nuevo, por la postura, una en su cuello y la otra en su pelo, enterrando mis dedos en él, agarrándolo con firmeza, pero sin hacerle daño, mientras mis labios sentían los de él.

Era el beso más intenso que había experimentado, lleno de furia y pasión, pero, aún así, me colocó con cuidado en un sillón, quedando yo bajo él, notando el peso de su cuerpo. Notaba sus manos bajo mi ropa, sus dedos acariciando mi piel, que reaccionaba poniéndose de gallina, mientras mi respiración se agitaba. Mis manos buscaron su camisa, la cual abrí sin contemplaciones, para después acariciar la piel recién expuesta.