Cuidado, sangre cerca (Willa)

Aquel pueblo no estaba mal. Aunque aún no lo había visto todo, y con todo no me refería a los lugares sino a sus habitantes. Esos seres sobrenaturales. Tampoco es que tuviese mucho contacto con la gente de allí, sólo cuando era necesario, es decir, cuando tenía hambre. Me había colado en la biblioteca de la zona para leer algunos libros sobre la historia de Mystic Falls, no averigüé mucho más de lo que ya sabía. Después de eso me fui al bosque donde sabía que encontraría a un grupo de humanos idiotas emborrachándose, a los que sería divertido torturar. Como supuse, encontré a tres jóvenes de veinte años más o menos. Iban ebrios ya y me ofrecieron beber, yo me negué, ahora no quería alcohol sino sangre.

- Gilipollas, te voy a romper la cara.-dijo. Era curioso lo que hacía la embriaguez, romperme la cara por negarme a beber, pobres humanos. El muchachito se acercó alzando un puño para golpearme y sujeté éste cuando estaba a pocos centímetros de mi rostro. Sonreí.

- ¿Y qué tal si yo ahora te rompo las piernas?-le sonreí alegremente y empujé su puño de tal forma que lo hice caer al suelo sobre sus posaderas. Di un salto y caí sobre sus rodillas, éstas hicieron un sonoro crac seguido de los gritos del chico. Me agaché a su lado y sonreí ampliamente. Luego vi cómo el otro se iba corriendo. Chasqueé la lengua.- No, no, no.-me levanté y fui tras él.- Pero qué poca conmiseración con tu amigo.-le dije con un tono de falso reproche tras haberlo agarrado por el cuello de la ropa. Lo arrojé junto al otro y después mordí su cuello. Sangre alcoholizada, no estaba mal. Luego probé la del otro, tenía más alcohol que sangre en las venas. No importaba, al menos había saciado parte de la sed. Quemé sus cuerpos -que ardieron fácil y rápidamente debido al alcohol que quedaba en su interior- y me fui.

Llegué hasta una plaza caminando con mi aire despreocupado. Había en ella ancianos -aunque seguramente no tan viejos como yo, ese pensamiento me hizo soltar una suave carcajada que no pasó desapercibida por la gente que había-, madres con sus hijos... Sus hijos, sangre infantil, nunca la había probado pero debía estar buena. Me senté en un banco con un aspecto completamente relajado, apoyando los brazos extendidos sobre la espalda del banco y apoyando un pie en la rodilla de la otra pierna. Pensaba en cómo llevarme a uno de esos niños.

Había salido del Grill, hoy me había tocado trabajar por la mañana, pero no me apetecía volver a casa. Mi padre acabaría de llegar del trabajo, habría comido solo y estaría preguntándose donde estaba, pero me daba igual. Era uno de aquellos días en los que no tenía ganas de que me mirara con sus ojos de "se lo que te ocurre", por no tenía ni idea de por qué estaba pasando, y me ponía histérica que intentara hacerse el comprensivo. Sabía que lo hacía porque me quería, pero simplemente estaba demasiado encerrada en mi misma para tener una charla conmovedora hija-padre y decirle que me dejara en paz, que necesitaba espacio.

Me despedí de Matt tras el descanso para comer, y cogí mis cosas. Mi cazadora, mis llaves y mi Ipod, básicamente, ya que no llevaba bolso. Llevaba el pelo suelto, gafas de aviador por el sol, una camiseta de Led Zeppelin ancha que me dejaba un hombro al aire y unos pantalones de cuero ajustados, con unas converse rojas a juego con la camiseta gris y roja. Me puse los cascos, escuchando una canción de Scorpions y eché a andar sin rumbo fijo.

Llegué a la plaza del pueblo, donde había un montón de señores mayores y padres con sus hijos. Hijos que jugaban a la pelota o corrían unos detrás de otros. Una de dichas pelotas llegó a mis pies, y un niño, de unos 5 años, con grandes ojos azules y pelo negro, se me quedó mirando expectante. Me agaché a coger la pelota, un poco más grande que mi mano, y se la tendí, sonriendole. Él la cogió tímidamente y dijo un "gracias" por lo bajo, echando a correr. Por lo menos no me tenía miedo.

Los niños jugaban a la pelota o al pilla-pilla. Sonreí de forma macabra pensando en que sería divertido que yo jugara a eso último con ellos. "Jugaremos al pilla-pilla, yo me la quedo, si pillo a alguien no se la queda, muere". Solté otra carcajada pero esta vez nadie me oyó porque fue un gesto entre dientes. Había múltiples pelotas volando por los aires, yo las seguía con la mirada por si alguna llegaba a mí, aunque no me haría daño, era un vampiro y los niños usaban pelotas de goma para no hacerse daño.

Uno de los balones acabó volando hacia mí, pero no me golpeó sino que cayó en el suelo cerca del banco en el que estaba sentado. Recogí la pelota del suelo y se la tendí, el niño sonrió un poco y me dio las gracias, yo tomé su brazo y lo miré a los ojos.

- Después vendrás a la parte de atrás de la iglesia.-el niño repitió mis palabras en primera persona y se marchó a seguir jugando. Después regresé a mi postura inicial. Giré la cabeza hacia la entrada de la plaza y vi cómo otra muchacha le entregaba otra pelota a otro niño, escuché que también le daba las gracias y me quedé sonriendo, desvié sólo un poco la mirada.

Me volví a incorporar, metiendo mis manos en los bolsillos traseros de mis pantalones. Comencé a silbar la canción que estaba escuchando, Still Loving You, estaba, extrañamente, de buen humor, ya que el día era cálido, ya había encontrado trabajo, y estaba viendo becas para estudiar en universidades lejos de aquí. Podría huir de mi pasado, tampoco quería hacerme muchas ilusiones, pero esperaba que así fuera, empezar en un sitio de cero, y si no, me iba de mochilera con el dinero ganado este año.

Saqué una mano del bolsillo y cogí el Ipod, cambiando de canción. Me acerqué a un pequeño puesto que había en la plaza y me compré un granizado, para combatir el calor, de color azul. Me gustaba ese sabor, aunque no supiera de que fruta estaban hechos. Con mi granizado en la mano me paré, sin saber que hacer, ya que todos los bancos estaban ocupados por señores mayores, a excepción de uno cerca mio, donde había un chico rubio de mi edad, más o menos.